
La lactancia materna es fundamental para el desarrollo del bebé durante los primeros meses de su vida. A partir del sexto mes, los bebés ya pueden comenzar a tomar otra comida y aunque se recomienda que sea natural la comida, los supermercados o farmacias encontramos tarritos de comida infantil más conocidos como potitos.
El introducir nuevos alimentos como frutas, vegetales y lidiar con las primeras comidas del bebé, es algo necesario para el desarrollo y salud del mismo.
Los potitos se han convertido en un alimento más dentro de los muchos que podemos darle a nuestros bebés.
También debemos saber que es importante realizar nosotros nuestros potitos caseros ya que son más saludables que los ya elaborados pero no hay nada de malo en recurrir, como algo excepcional a un potito de verduras o a uno que lleve carne y pescado que ya estén elaborados artificialmente. Los potitos son una auténtica salvación en los días ocupados o cuando no podemos cocinar, sin embargo, por muy naturales que se promocionen, suponen una auténtica pérdida de muchos de los nutrientes necesarios para el bebé y acostumbrarse a este tipo de alimentos puede ser un problema.
Cómo dárselos
Normalmente, los potitos de frutas se comen a temperatura ambiente, mientras que los de verduras, carne y pescado se deben calentar para que estén más buenos.
Lo mejor es calentarlos diez minutos al baño maría y luego moverlos una vez que estén calientes calientes. Se aconseja no echarle sal aunque los padres los noten sosos ya que un exceso de sal puede provocarles problemas de riñón.
También es importante fijarnos en la letra de los envases para detectar ingredientes que ocasionalmente pueden provocar alergias o intolerancias. Debemos de comprobar que el potito no esté manchado, que la fecha de caducidad es la correcta y que al pasar la mano por la tapa, se nota una depresión circular en el centro de la misma. Y se recomienda que una vez abiertos se conserven en el frigorífico durante 24 horas y sobre todo en verano.
En resumen los potitos no son nada aconsejables si pensamos en ellos como un alimento habitual para el niño, pero si recurrimos a estos tarros de forma puntual no hay que prohibirlos totalmente.
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